Después de un largo proceso electoral que duró casi 10 meses, finalmente las y los mexicanos acudieron a las urnas para ejercer su derecho al voto y así volverse los actores principales en la renovación de los poderes públicos más grande de nuestra historia democrática.
Como contexto, tuvieron el desencanto y la incertidumbre. Superarlo fue su reto, el cual, se agrandaba en comunión con los grandes problemas nacionales que por mucho tiempo desincentivaron a la población para incidir en los asuntos públicos.
Un panorama de esas características no siempre es el mejor escenario para pronosticar confiabilidad en las elecciones, pero no había marcha atrás. Ese reto sería para la autoridad. Por lo pronto, la cita con la democracia se cumplía. Las tensiones aumentaban. Y a partir de las 8:00 am hasta las 6:00 pm de ese 1 de julio, en todos los rincones del país, el llamado a las urnas no dejó de escucharse.
Las horas fueron sucediéndose y las buenas noticias no escasearon. Millones de mexicanas y mexicanos hicieron valer el poder de la participación y se alejaron de la apatía y de la indiferencia. La búsqueda de soluciones a los problemas nacionales y compartidos les exigió un compromiso elevado como nunca lo había hecho otra elección, derivado de la enorme cantidad de poderes públicos que se renovarían. El país era quien los llamaba, y en cada entidad federativa, las y los mexicanos respondieron, dando ejemplo de una profunda conciencia sobre la importancia de nuestra participación.
La jornada electoral de este 1 de julio dio ese testimonio, porque la gente alzó la voz e hizo resonar las urnas con su voto, y al hacerlo, dio pie a la mayor movilización ciudadana en el marco de unas elecciones. Hace 6 años votamos 50 millones de personas. Ahora, alrededor de 56 millones.
Aunado a ello, 1 millón 400 mil ciudadanas y ciudadanos desempeñaron admirablemente su función como funcionarias y funcionarios de casilla, al recibir y contar los votos de sus vecinos. Ellas y ellos, personas ajenas a la institución, pero preocupadas en que las votaciones se hicieran bien, decidieron blindar estos comicios. Nadie mejor que nuestras y nuestros vecinos, quienes comparten nuestras preocupaciones y exigencias con los gobiernos y hacia las mismas autoridades e instituciones, para blindar estos ejercicios cívicos y democráticos de los tan temidos fraudes y de cualquier irregularidad.
Por si no fuera suficiente, las elecciones fueron observadas como nunca en la historia electoral del país, pues fueron observadas por más de 30 mil observadores electorales nacionales y 907 visitantes extranjeros, y asimismo los partidos políticos desplegaron a sus representantes antes las casillas por todo el país, supervisando que el desarrollo de la jornada, el cierre de las votaciones y el conteo de los votos se diera de manera adecuada.
Que impere en nuestras sociedades el respeto, el diálogo y la toma responsable de decisiones a través de elecciones libres y auténticas no fue una tarea sencilla ni para la ciudadanía ni para la autoridad. Pero este domingo, las y los mexicanos dieron muestra de una cultura cívica formidable que pone la vara muy alta para que esta autoridad responda y esté a esa altura. Definitivamente el INE lo hará. Hoy le hemos cumplido. Pero es por ellas y ellos que la jornada electoral se dio en orden y de manera pacífica. El día de ayer demostramos madurez democrática y que somos más las y los que optamos por la vía pacífica para procesar nuestras diferencias.
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RESUMEN