Horacio muchísimas gracias.
De nueva cuenta es un honor poder participar en este evento de homenaje a nuestro maestro Michelangelo Bovero.
Agradezco a mi casa académica, el Instituto y sobre todo a Guadalupe Salmorán y a Pedro Salazar el honor de poder participar en esta mesa con amigos y colegas a quienes estimo y respeto.
Autocracia electiva, kakistocracia, pleonocracia, duopoliteia, es decir la república de los siervos contentos, son todas ellas construcciones conceptuales bobberianas que también son o encarnan y son síntomas de la degeneración de la democracia.
Michelangelo Bovero ha centrado su atención en estos fenómenos a lo largo de los últimos 25 años, a partir del análisis de la realidad política italiana del último cuarto de siglo, o bien, como él gusta de decir, de este laboratorio de Frankenstein que ha generado algunos de los peores experimentos antidemocráticos, paradójicamente, en el mismo espacio en donde la teoría política generó algunas de las, no solamente, mentes, sino algunas de las aportaciones más importantes a la construcción del mundo político moderno y que se concentran, se condensan, por cierto, en el que probablemente es el experimento de democracia constitucional mejor logrado, que es la Constitución de 1948.
No pretendo aquí hacer un análisis de los conceptos bobberianos per se, no osaría hacerlo a lado de Michelangelo, entiendo que esto es una especie de pelotón de fusilamiento a la inversa, o sea, el fusilado suele ser acosado por múltiples fusiles que le apuntan. En este caso, el pelotón de fusilamiento somos varios acosados por la mira precisa y letal, conceptualmente hablando de Michelangelo Bovero.
No pretendo pues hacer una glosa de estos conceptos, sino más bien aprovechar estas expresiones de degeneración democrática, acuñadas por Michelangelo, para analizar el que desde mi perspectiva constituye una de las razones del origen de todos estos fenómenos.
Es decir, la razón de fondo que nutre o que ha nutrido todas estas expresiones de degeneración democrática que Michelangelo ha identificado, incluso bautizado conceptualmente, pero, sobre todo, reivindicar el leitmotiv de esas soluciones institucionales que han alimentado estas degeneraciones democráticas.
Después de reflexionar, me parece que un punto de partida, no es el único, ni la única razón, pero es uno que conozco bien y que en buena medida subyace a todos estos conceptos, a todas estas evidencias degenerativas que dan título y que nutren, digamos, de sustancia a esta mesa.
Me parece que el concepto, que la idea misma de gobernabilidad y su construcción en los últimos 50 años, al menos, ha constituido un tema disruptivo y detonador, déjenme decirlo así, de la reacción antidemocrática que desde los años 70 se ha venido gestando y que en buena medida constituye la savia vital de muchas de éstas o la razón de ser, como decía, de muchas de estas expresiones degeneradas de la democracia a las que, insisto, a las que estamos abocados en esta mesa.
El concepto de gobernabilidad es, nace como Norberto Bobbio, en la voz homónima del “Diccionario de política” nos ilustra, de un texto que hace unos días en el INE justamente Michelangelo Bovero recordaba, que es el reporte sobre la gobernabilidad de las democracias a la Comisión Trilateral, “La crisis de la democracia”, así se titulaba, que tres politólogos encomendados por la Comisión Trilateral de elaborar este reporte, Samuel Huntington, Michel Crozier y Joji Watanuki elaboraron en 1975.
Creo que es importante señalar que este no es el punto de partida de una historia, sino el corolario que, a partir de entonces, deviene exitoso de una construcción conceptual que, como Fernando Escalante ha bien ilustrado, comienza tiempo atrás, comienza incluso en el contexto en el que los fascismos, los totalitarismos dominaban la escena europea, es decir, en el célebre Coloquio Lippann de París, de 1938, en donde algunos autores, von Hayek, Walter Lippmann, Alexander Rüstow y otros, forjaron el acta, la que Escalante llama el acta de nacimiento del pensamiento neoliberal.
Entonces, en un contexto histórico que todavía tenía que ver el auge de la democracia constitucional encarnada en las constituciones largas de la segunda posguerra, la Constitución alemana, la italiana, la japonesa, en fin y que alcanzan incluso la Constitución española de 78.
Y que encarnarían, bajo la premisa de la así denominada Welfare State, probablemente el punto máximo de la evolución de las democracias constitucionales, constituye, como dice Escalante, el acta de nacimiento de dicha historia que más adelante, en 47, la sociedad de Monte Lejá, empujada por el mismo Hayek, construiría desde entonces las bases conceptuales que más tarde, en ese documento, aquí si ya no, digámoslo así, marginal, aquí ya no soterrado, sino con vocación triunfadora, se condensa en las premisas del reporte sobre la gobernabilidad de las democracias al que he hecho referencia en 1975.
A partir de entonces, la hegemonía del pensamiento neoliberal a partir de una serie de premisas, ha venido alimentando una serie, no solamente de políticas económicas, sino de políticas institucionales y de ideología política en el sentido más puro de la palabra, que subyace desde mi punto de vista, bajo la apariencia, bajo el mote aparente más evidente de la gobernabilidad a las expresiones de degeneración de la democracia que Michelangelo ha trabajado en el último cuarto de siglo.
Se trata de la idea de gobernabilidad entendida como la búsqueda de un gobierno eficaz y capaz de atender las demandas que se le plantean desde la sociedad. Como Michelangelo hace un par de días justamente recordaba en la conferencia que mencionaba, en el INE, la idea de gobernabilidad o de ingobernabilidad si se quiere o de crisis de gobernabilidad, responde al hecho de que los incomes, las demandas que se le generan al Estado no son correspondidas por la capacidad del Estado de atenderlas, es decir, por los out funds estatales.
En realidad, desde mi punto de vista, toda esta lógica que en buena medida se condensó, en su momento, en centrar la atención en la eficiencia estatal, en realidad subyace, le subyace, un pretexto para dinamitar el estado social de bienestar, como decía, emanado de las constituciones largas.
La premisa es sencilla. Se abrieron demasiados canales de demandas desde la sociedad hacia el Estado, demandas individuales, por cierto, basadas todas ellas, si uno revisa el reporte de la Comisión Trilateral, en realidad sería un manifiesto en contra de los derechos sociales.
Fundamentalmente, insisto, basadas demandas, basadas en los derechos sociales, que han generado la incapacidad del Estado para satisfacerlas. De ahí el concepto que ellos acuñan del overlawding, es decir, de la sobrecarga de demandas al Estado, que se tradujo, sostienen estos autores, en dos grandes efectos.
Uno, la burocratización excesiva del Estado y por lo tanto los costos que el mismo supone y por el otro lado, el overlawding of goverment, es decir, la incapacidad de responder que se ha traducido en una crisis fiscal del Estado, como James O’Connor la bautizó.
En pocas palabras, la lógica de la gobernabilidad nace orientada a buscar eficiencia estatal, es decir, es la base sobre la que se han construido a partir de entonces una serie de políticas públicas bajo la lógica neoliberal y por el otro lado, una serie de adecuaciones, es decir de arreglos, de soluciones institucionales que alteran la lógica de funcionamiento de las instituciones democráticas.
La gobernabilidad que es característica, permítanme una digresión conceptual, la gobernabilidad no es una característica de un determinado sistema político en todo caso. Es una característica de los sistemas políticos, pero no es en sí definitoria ni de la democracia, ni de la autocracia. Pero, si la gobernabilidad es entendida como mera eficiencia y eficacia; es decir, como la capacidad de repuesta del Estado, esta concepción, este concepto adquiere una tendencia natural hacia formas autocráticas en el proceso de la toma de las decisiones.
En pocas palabras o, dicho de otra manera, esto implica que hay una incompatibilidad conceptual entre gobernabilidad y democracia. Yo creo que no, pero esto depende de la acepción que se tenga y de los alcances que se le den al concepto mismo de gobernabilidad.
Dicho de otro modo, la única gobernabilidad compatible con la democracia es la gobernabilidad democrática, esto quiere decir, procurar toda la eficiencia y eficacias posibles en la acción del Estado sin erosión, ni de la lógica, ni de las reglas de la democracia.
Permítanme seguir abordando, insisto, de manera paralela, a partir de lo que es una aportación bobbiana, la idea de las reglas de la democracia, de los universales procedimentales que han sido explicados, re explicados y en muchos sentidos, redefinidos gracias a la obra de Michelangelo Bovero.
¿Cuáles son estos seis universales procedimentales? En síntesis, el sufragio universal o, dicho en otras palabras, palabras de Bovero, igualdad como inclusión, es decir, eliminar las condiciones que se le imponen a las y los personas para ser considerados como ciudadanos y, en consecuencia, titulares de los derechos políticos y actores participantes en el proceso de toma de las decisiones.
Dos, igualdad del voto, entendida no solamente como explica Bovero, en la “Gramática de la democracia”, en el verbo elegir, como igualdad de cara a las urnas, sino como igualdad después de las urnas. Dicho en otras palabras, el peso del voto tiene que ser el mismo en el sentido de una cabeza un voto, pero también tiene que tener un peso igual en la conformación de la representación política, no solamente al momento de que el voto se emite, sino también al momento de que el voto se cuente y se traduce en escaños.
Tercera regla procedimental de la democracia, la libertad entendida como autonomía y aquí no se trata solamente de la libertad del ciudadano al momento de emitir el voto en cuanto tal, votar por quien se le pegue la gana.
Significa también una serie de, digamos, el voto, el ejercicio del voto, es la consecuencia de una serie de condiciones y precondiciones, como Bovero las ha denominado que, en pocas palabras, si me permiten una simplificación al absurdo, incluso al límite, en pocas palabras estas precondiciones implican la satisfacción de todas aquellas premisas para poder ser libre frente a la necesidad, como una manera de poder emitir un voto libre.
Cuarto universal procedimental. La libertad como posibilidad de elegir entre distintas alternativas o, dicho en otras palabras, la regla de democracia que sustenta y fundamenta como característica de los sistemas democráticos, el pluralismo político. El respeto y la expresión del pluralismo político.
Quinta regla universal. La regla de la mayoría, pero ojo, aquí simplifico al máximo. La regla de la mayoría en clave democrática implica que la mayoría es quien decide, no necesariamente quien elige y como Bobbio y Bovero nos han explicado con una claridad meridiana.
La regla de mayoría para elegir, no necesariamente se traduce en que sea la mayoría quien decida. Depende del sistema electoral y del hecho de que el mismo no distorsione la integración de los órganos representativos, que es donde se toman las decisiones.
Y, finalmente, ultimo universal procedimental. Los límites a las decisiones de la mayoría. O, dicho en otras palabras, el respeto de los derechos de la minoría, que en clave kelseniana implica los derechos de la minoría entendidos como A) El derecho a existir, la minoría tiene el derecho a existir en democracia; B) La minoría tiene derecho a volverse mayoría en condiciones mínimas de equidad y tres, la minoría tiene derecho a ser tomada en cuenta, en el proceso de toma de las decisiones, por supuesto.
Todas estas reglas, todos estos universales procedimentales que tienen una derivación, insisto bobbiana, y un replanteamiento boveriano, constituyen, desde mi punto de vista, un parámetro de democraticidad útil para poder juzgar cuando una gobernabilidad es democrática, es decir, cuando la gobernabilidad como concepto es compatible con la democracia.
Dicho en otras palabras, la gobernabilidad es democrática siempre y cuando se colmen estos parámetros de democraticidad derivado de los universales procedimentales.
Este parámetro de democraticidad dicho, al contrario, constituye también un límite a un acotamiento a la idea misma de gobernabilidad, vulgarmente entendida como eficacia y eficiencia en el proceso toma las decisiones.
Las formas degeneradas de la democracia a las que Bovero hace referencia, vuelvo a insistir, la kakistocracia, la pleonocracia, la autocracia electiva, etcétera, implican que en mayor o menor medida éstas constituyen erosiones de esos principios democráticos por lo menos, desde mi punto de vista, en cinco ejes fundamentales.
El primer eje, es la apuesta o la tentación de formación artificial de mayorías; el segundo eje, es el acotamiento artificial del pluralismo político; el tercer eje, es la manipulación de la información o para decirlo en clave boveriana, esta perversa tendencia de los últimos tiempos de la confusión del poder político con el poder económico y con el poder ideológico.
El cuarto eje es la deslegitimación, cuando no subordinación del poder legislativo, es decir, del poder que encarna la representación democrática en las democracias constitucionales y el quinto eje es el acotamiento de los órganos de control.
Permítanme bordar brevemente a partir de las lecciones de Michelangelo desde estos cinco grandes ejes. Respecto de la formación de mayorías, es decir, esta tentación a la formación artificial de mayorías, las herramientas que estas formas degenerativas de la democracia han utilizado tienen que ver con la incidencia directa en la configuración sistema electoral, a partir de introducción de cláusulas de gobernabilidad o premios de mayoría, del sistema de la preminencia tendencial preminencia y edulcoración del sistema de mayoría, a contra pelo o en descrédito del sistema proporcional.
Recuerdo justamente cómo, esto está ampliamente escrito en la obra de Michelangelo, mi primera llegada a Italia ya que se está permitido entiendo la lógica de las anécdotas personales.
Mi primera llegada a Italia, bajo la tutela del profesor Bovero fue en 1994, justo un año después, cuando se discutía los efectos del referéndum de 1993 que implicó romper por primera vez desde la Constitución de 48, con el sistema exclusivamente proporcional que había caracterizado a la así llamada Primera República, para introducir en la lógica de la sacrosanta gobernabilidad, una corrección que impidiera el consociativismo, que impidiera la ingobernabilidad, que impidiera la formación o la existencia de partidos bisagra, gracias a la introducción de una cuota de mayoría relativa.
Se redujo la cuota proporcional a sólo un cuarto, un 25 por ciento y un 45 por ciento de los diputados, de los senadores, fueron, sí tres cuartas partes, perdón, fueron reelegidas con mayoría.
La conclusión fue que, por cierto, la cantidad de partidos políticos se multiplicó y la respuesta que me tocó en primera instancia presenciar fue, el problema no es la introducción del principio de mayoría, sino que dejamos vivo un 25 por ciento de representación proporcional.
Perdón la anécdota, pero esto explica claramente, digamos, es probablemente la primera mano del Frankenstein político al que hace referencia Bovero del laboratorio que constituye Italia, que empezó a bordarse o a construirse con aquella decisión.
Y en la otra ruta que se ha seguido, es el descrédito del sistema proporcional. En México lo hemos visto sistemáticamente en los últimos 20 años. Por cierto, lo hemos visto sistemáticamente desde que dejaron de haber mayorías en el Congreso predefinidas a los diputados plurinominales y a los senadores no los elige nadie. Claro son marcianos que caen del cielo.
Hasta donde yo me acuerdo, la asignación se hace a partir de votos, pero no, a ésos no los eligen. Los eligen sólo las élites de los partidos políticos.
Bueno, hay muchos casos que podríamos nombrar de candidatos de mayoría relativa que efectivamente, que también son nombrados por las élites partidistas. ¡Ah no!, ésos no hacen campaña, entonces ésos trabajan de a gratis.
En fin, no digo nada nuevo, díganmelo ustedes. La construcción de animadversión en contra de la representación proporcional, es parte de esta lógica de tendencia a construir mayorías artificiales y la segunda vuelta, aunque aquí no quiero entrar en polémicas, Pepe es un defensor de la segunda vuelta, pero no por estas razones.
No por una lógica de gobernabilidad y la segunda vuelta ha sido muchas veces planteada y no para el Congreso y ha aparecido planteada en muchas ocasiones, precisamente como la necesidad de contar con mayorías porque si no esto se vuelve ingobernable.
La lógica de Pepe, por cierto, en la que hemos tenido alguna polémica que no quiero reeditar aquí frente a Bovero, pues bueno, no la de Pepe, insisto, obedece justamente a esta lógica de formación, mayorías artificiales.
Apuro el paso. La manipulación de información, no explico demasiado, no me detengo mucho en ello, todos somos sujetos de lo que significa esta lógica, digamos, de erosión de las reglas básicas de la democracia, pero en buena medida explica, hasta aquí lo dejo, la lógica, es decir, la construcción de esto que Michelangelo ha llamado la “duopoliteia”.
Es decir, la construcción del esclavo contento, del siervo contento que acepta, digámoslo así, prácticamente de manera acrítica los mandatos que desde el vértice le caen encima y, por cierto, creo que esto justamente, esta manipulación de información ahora en versión moderna denominada fake news, entre otras, pues habla de la necesidad de multiplicar esfuerzos como los que Michelangelo Bovero y en buena parte la Escuela de Turín han desplegado en el plano práctico como la constitución de la scuola di buona política.
Un ejemplo que muchos deberíamos seguir y que la ENCCÍVICA en México en buena medida busca, digamos, de la que busca alimentarse. El descrédito del Poder Legislativo se da en varios e incluso la lógica de subordinación, se da también con una construcción idiosincrática, en una construcción discursiva, es característica de todos los sistemas democráticos en nuestros días.
De nueva cuenta, el descrédito legislativo en México comenzó justamente cuando se acabaron las mayorías predefinidas. De nueva cuenta, es una historia que corre paralela a la descalificación del sistema de representación proporcional.
No abundo demasiado. Ésta es justamente la lógica que subyace al concepto de pleonocracia de Michelangelo Bovero e implica la ruptura de la lógica clásica de concebir al Poder Legislativo, por un lado, como un contrapeso de la idea de la división de poderes, hablando de pleonocracia, un dato interesante de lectura de la teoría de pelonocracia o del concepto de pleonocracia en Bovero, es el hecho de que Montesquieu, en “El Espíritu de las Leyes”, al determinar la división de poderes, planteaba como condición del Poder Legislativo que éste no residiera en una persona.
Y la lógica de la pleonocracia al final del día convierte en el poder legislativo, en una especie de instancia validadora de los designios de una persona. Es más, hoy en día, cada vez son más frecuentes en las democracias contemporáneas, en México no existe al menos no hasta ahora, los poderes legislativos del Ejecutivo.
Es decir, la legislación por decreto que, en muchos estados, ha venido teniendo en los últimos tiempos una inflación preocupante, pero además en la lógica clásica del poder legislativo, la concepción del poder legislativo, éste tiene una preminencia frente y acabo, una preminencia frente a los demás poderes.
Una preminencia lógica, una preminencia jurídica y también una preminencia de tipo político-representativo. Por lo que respecta a los órganos de control, vemos cada vez más erosionarse las que han sido las herencias clásicas en términos de control político.
Me refiero al federalismo, me refiero a las agencias autónomas y me refiero al control de constitucionalidad, cada vez puestos en cuestionamientos bajo esta lógica de una necesaria construcción de directrices que permitan la gobernabilidad de las democracias.
¿Hacia dónde vamos? Me parece que siguiendo la lección de Michelangelo, lo primero que hay que decir es que no hay que caer en las falsas ilusiones. No hay que caer en estas exitosas, peligrosamente exitosas, nuevas propuestas de salvataje de la democracia.
Propuestas como aquéllas de David Fanreibruk de democracia sin elecciones. Para qué vamos a las democracias, tenemos el sorteo y además era, como lo dijo Aristóteles, más democrático.
Tentaciones como que con la irrupción de las redes sociales es inminente la llegada de la e-democracy. Las redes sociales han demostrado poderosísimos mecanismos de comunicación, pero han sido insuficientes para construir democracia.
Ahí está la Primavera Árabe. Los países de la primavera árabe cayeron en buena medida por la interacción en las redes sociales y ninguno de los países de la Primavera Árabe es hoy una democracia.
Y, finalmente, estas tentaciones de las que Michelangelo Bovero, a propósito de una visita en Porto Alegre prevenía. Por ejemplo, la democracia participativa o la democracia deliberativa.
Me temo que la solución y esa es la enseñanza que Michelangelo, me da la impresión, pero ya me corregirá él, que la ruta a seguir en buena medida constituye volver a lo básico.
Constituye la reivindicación de esa figura hoy tan desacreditada que son los partidos políticos, pero que son instituciones fundamentales para la expresión y la recreación del pluralismo político.
Volver a la lógica de elecciones incluyentes, libres e iguales. Reivindicar, en los tiempos que corren, la lógica de los pesos y contrapesos derivados de la división de poderes, sin duda, pero también de los mecanismos de control y volver finalmente a la reivindicación de aquéllos cada vez más denostados derechos, tanto de libertad política, pero también los derechos sociales.
Esa, me da la impresión, que es la herencia de la apuesta civilizatoria de la modernidad que el pensamiento de una larga tradición encarnada en la Escuela de Turín, que va de Bobbio y pasa por Bovero nos enseña.
Muchísimas gracias.
Versión estenográfica de la intervención del Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en la mesa “La Democracia y sus Contrarios: Autocracia Electiva, Kakistocracia, Pleonocracia”, en el marco del Seminario Democracia: Una Gramática contra las Apariencias, en Homenaje a Michelangelo Bovero, realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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