“A debatir”, artículo de Marco A Baños, publicado en El Sol de México

Escrito por: INE
Tema: Opinión
Aspectos Primer Debate Presidencial.

El domingo pasado la candidata y los candidatos presidenciales sostuvieron el primero de tres debates que marcarán en muchos aspectos las campañas 2018. El ejercicio estrenó formato, marcó un antes y un después en los cara a cara electorales de México porque alejó monólogos secuenciados de otros años y en cambio propició una interacción entre candidaturas con moderadoras y moderador activos, quienes facilitaron a las audiencias el contraste de visiones y ofertas en juego a través de preguntas que nunca antes se habían podido realizar, ofreciendo réplicas inmediatas después de alguna alusión, solicitando precisión en posturas, invitando a no alejarse de los temas planteados, a no ignorar los planteamientos de una u otra candidatura.

 Los debates habitualmente tenían una sola persona responsable de la moderación pero no le permitían intervenir, ahora, tres periodistas con mucha experiencia rompieron ese esquema, dieron agilidad al flujo de argumentos con mirada crítica e incisiva aunque siempre imparcial y respetuosa: Denisse Maerker, Sergio Sarmiento y Azucena Uresti lograron centrar los temas, fomentar contraste y respuestas claras en favor de las y los que siguieron la transmisión en busca de información útil para emitir un voto razonado.

 Acorde a datos de IBOPE y sin contar millones de reproducciones en redes sociales, la noche del domingo tuvimos a 13.7 millones de televidentes sintonizando el primer debate presidencial, de los cuáles 11.45 millones eran mayores de edad. El primer debate de 2012 alcanzó a 8.9 millones, lo que significa que la sociedad rompió récord de interés, busca respuestas y no es indiferente a la política que ahora está en antesala de las urnas.

 El formato flexible retomó elementos exitosos en otras democracias, por ejemplo del caso chileno donde es frecuente que se realicen en debates preguntas específicas con seguimiento a las ideas generales; también se permitió el intercambio directo y fluido entre participantes, algo que podría mejorar si no se corta abruptamente el audio de micrófonos al minuto de intervención y se da en cambio una razonable tolerancia para que se puedan cerrar ideas. La agenda temática de este primer debate abordó Combate a la corrupción e impunidad; Seguridad pública y violencia y Democracia, pluralismo y grupos en situación de vulnerabilidad. Las moderadoras y el moderador recibieron encuestas y estudios que reflejan preocupaciones de la sociedad sobre esos asuntos, eran insumos para nutrir las preguntas que ellas y él construyeron en total libertad para poner sobre la mesa ángulos concretos. No fueron protagonistas pero sí independientes, insistentes en su esfuerzo para convertir ideas generales en respuestas claras.

 La moderación fue pilar para que funcionara un formato novedoso, flexible pero que era complejo en su estructura. Logró concretarse el objetivo central que es una deliberación colectiva informada, un espacio para valorar las alternativas y visiones que piden respaldo ciudadano para llegar a la presidencia. Clave también la difusión que tuvo cobertura en las principales señales de radio y televisión, en medios públicos, en internet.

 Normalizar la cultura del debate llama a discutir sus contenidos con tolerancia a ideas divergentes. El 20 de mayo es la segunda escala, ahora tendremos un cara a cara entre presidenciables con público presente haciendo preguntas en Tijuana, donde una agenda de interés para migrantes deberá ser desarrollada por la candidata y los candidatos para que el universo votante que sigue debatiendo el debate, tenga más elementos y decida libre, ejerciendo su derecho a saber, a evaluar, a tener claro lo que representa una u otra visión de país.

Consulta el artículo en El Sol de México.

RESUMEN