La observación electoral es una práctica normalizada en contiendas de México y el mundo. Suma a la cadena de confianza y a los distintos candados legales que garantizan voto efectivo, que cada boleta cuente y se cuente en el sentido que fue depositada en las urnas.
Elección tras elección tenemos a representantes de todos los partidos y candidaturas presenciando que la jornada se desahogue acorde a las reglas, ciudadanas y ciudadanos comunes que son sorteados para recibir y contar los votos de sus vecinos atendiendo casilla por casilla y además observadores que deciden atestiguar en persona qué ocurre.
Es la observación electoral una práctica que convierte las casillas y el desarrollo de los comicios en una vitrina sujeta a la vigilancia ciudadana. En nuestro país, hasta finales de la década de los 80, la observación activa de procesos electivos no se veía en el horizonte, sin embargo, desde que la reforma legal de 1993, se incorporó la figura de observadores y visitantes extranjeros en la ley, quienes aunque no tienen facultades vinculantes, su actuación ha aportado una mirada independiente de casos concretos y tangibles del ejercicio del voto que sí vale, que hace siempre diferencia y que tiene blindajes considerables.
A partir de 1994 misiones extranjeras, organizaciones nacionales de la sociedad civil y ciudadanas y ciudadanos a nivel individual, han concurrido en diversas etapas de los comicios para atestiguar qué tan solvente es el modelo electoral mexicano. En ese acompañamiento señalan sin complacencia la realidad de la que son testigos y entre las miradas que se ocupan de esto tenemos a la Organización de las Naciones Unidas, también a la Organización de Estados Americanos, quienes acuden con delegaciones especiales para constatar que las urnas hablen igual que las boletas e igual que los resultados finales.
Inició ya el envío de la documentación correspondiente a quienes han sido acreditados en comicios anteriores, a fin de invitarlos para que participen nuevamente en los que están a unos cuentos meses de celebrarse. Por ejemplo, la Asociación Mundial de Organismos Electorales confirmó ya su participación y el INE ha acreditado 37 visitadurías foráneas, de las cuales 21 son mujeres y 16 hombres. Por nacionalidad, 26 corresponden al continente americano, ocho son europeos, hay un asiático y dos representantes de África. El procedimiento sigue su curso y las elecciones en México, desde hace 23 años, están abiertas a los ojos del mundo.
México está inserto en un mundo globalizado que demanda democracia y transparencia tangible. En 1994 tuvimos visitantes extranjeros de 39 países monitoreando el desarrollo de la contienda presidencial, en el año 2000 vinieron de 58 países, en 2006 de 60 y en 2012 de 66.
La sociedad civil y personas que así lo deciden también han arraigado la observación en el ámbito nacional. Fueron 32 mil 401 observadores en el 2000, bajó el número en 2006 con 25 mil 321 pero volvió a incrementarse en 2012 con 32 mil 716.
El voto libre y el modelo de competencia electoral en México se ha construido paso a paso reconociendo las zonas de desconfianza añejas y ofreciendo garantías robustas, pesos y contrapesos, vigilancia y transparencia para que la población pueda tener certeza de que su voluntad en la boleta va a respetarse venga como venga, y que eso no es un acto de fe, sino resultado de una compleja construcción institucional y legislativa que más allá de las personas o coyunturas tiene puertas abiertas a la vigilancia ciudadana, a la exigencia y candados que se amplían una y otra vez para acreditar una secuencia verificable de acciones que defienden y reflejan la voluntad expresada en votos. El voto cuenta y por eso hay que ejercerlo en libertad.