A lo largo de los últimos días se discutió, con mucha atención pública, si habrá información oportuna sobre los resultados electorales el próximo primero de julio. Esa preocupación es del todo comprensible: la renovación de los poderes públicos es el asunto político de mayor relevancia del año en curso, se van a definir más cargos de elección en un solo día que en cualquier votación previa, estamos en una contienda muy competida. Por ello, si no hay información oficial precisa la noche de la jornada electoral, se corre el riesgo de que la especulación o la autoproclamación de victorias pueda afectar la propia credibilidad de un proceso que involucra el ejercicio de derechos fundamentales de millones de ciudadanos.
La elección presidencial es, sin duda, la de mayor relevancia. Para conocer el sentido de la voluntad popular a las pocas horas de concluida la votación, en México la ley contempla la realización de conteos rápidos. A diferencia de otros ejercicios, como las encuestas de salida, el conteo es muy confiable para hacer estimaciones de resultados incluso en elecciones cerradas. Las encuestas de salida usan como fuente de información los dichos de ciudadanos que han ido a votar, y el problema es que si el ciudadano declara que votó por A mientras que votó por B, el resultado de la estimación ya lleva un sesgo y el margen de error se amplía. En cambio, el conteo rápido se nutre de sufragios efectivamente emitidos, depositados y contados. Con una muestra representativa de casillas, se puede entonces estimar con alto grado de precisión el intervalo de votación para cada candidato presidencial.
Esos ejercicios ya nos han permitido conocer desde el principio de siglo proyecciones con el resultado de la elección presidencial la misma noche de los comicios. ¿Cuál fue, entonces, la dificultad ahora en 2018? Que por primera vez tendremos la llamada casilla única donde coinciden las tres elecciones federales más las locales (entre una y cuatro elecciones según la entidad federativa) y ello genera que haya más votos que contar, más actas que llenar, y más lentitud en la conclusión del trabajo. La ley dice que hay que empezar contando la elección presidencial, luego la de senadores y por último la de diputados y, una vez concluida esa labor, se llenan las respectivas actas de escrutinio y cómputo. Esto es, aunque ya conozcas el resultado de la elección de Presidente en la casilla, esperaras para confeccionar el acta. El INE propuso, y así lo asentó en el reglamento de elecciones, que el acta de la elección presidencial se pudiera llenar acabando el escrutinio de los votos, para poder transmitir el resultado. El Tribunal Electoral consideró inadecuada esa disposición por no seguir al pie de la letra el procedimiento de la ley.
El INE no puede sino acatar las decisiones del Tribunal. Es su obligación y su disposición. Por ello, siguiendo a pie de la letra la sentencia del Tribunal se buscó una alternativa para dar a conocer el resultado del conteo rápido hacia las once de la noche. La salida es la siguiente: al hacer el conteo de los votos de la elección presidencial, los resultados se anotan en una “hoja de operaciones” que es un cuadernillo oficial del INE del que se dispondrá en todas las casillas. Cuando se acaba el cómputo de las tres elecciones federales, los resultados se trasladan de la hoja al acta. Así que es posible tomar el dato de la hoja de operaciones y transmitirlo, sin esperar a que se llene el acta.
Esta opción conjuga dos ventajas: sigue el rigor jurídico que hizo valer el Tribunal Electoral y, a la vez, propicia información pública oportuna en manos de la ciudadanía. Se combinan los principios constitucionales de certeza y legalidad. De eso se trata, de tener elecciones jurídicamente intachables y bien comunicadas a la población. Legalidad y legitimidad, dos ingredientes indispensables de elecciones democráticas como las que nos merecemos.
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