“Plataformas electorales de 2018”, artículo de Ciro Murayama, en Milenio

Escrito por: INE
Tema: Opinión

La presentación de las plataformas electorales por parte de los partidos políticos es un requisito de ley para que puedan participar en la contienda. El legislador fue claro al señalar que quien postula a cargos de gobierno o de representación debe tener diagnóstico, causa, propuestas. El propósito es diáfano: exigir que la competencia política democrática no sea solo la disputa vacía por el poder, que trascienda “la formación de gobiernos al mercado y la competencia sin adjetivos” sobre la que nos alertara Rolando Cordera, sino la exposición ante la ciudadanía de auténticas alternativas, de opciones distintas entre las cuales elegir, y ese abanico de posibilidades se enriquece precisamente por las diferencias programáticas existentes, más que por la mera disputa entre personas.

 En su célebre Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, J.M. Keynes advirtió: “… las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. […] tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que representan peligro, tanto para mal como para bien” (Keynes, 1936, p. 337).

 Es indispensable, entonces, en una genuina deliberación democrática, como la que nos merecemos, darle su lugar central a las ideas por su importancia y trascendencia. Bien vistas las cosas, lo que distingue a un partido político de una mera agencia de colocación de candidaturas es su consistencia y solidez programática. Por eso las plataformas son mucho más que un requisito legal. Una plataforma es a un partido político lo que el programa de estudios a una institución educativa: condición sine qua non para poder cumplir con sus fines últimos, con los más altos propósitos que dice perseguir.

 La plataforma es el documento político programático más decantado de cada partido. Ahí está su capacidad de diagnóstico, ahí se refleja hasta dónde conoce el país que quiere gobernar; en ella expone el rigor y la consistencia de las propuestas con las que piensa enfrentar los problemas que afectan a la ciudadanía a la que le pide el voto.

 Una plataforma dice más que mil spots. Más allá de los dichos de algún dirigente o candidato, el partido habla a profundidad por sus documentos escritos, en los que no se puede escudar en la improvisación. No hay mejor filtro para conocer la consistencia programática, el rostro ideológico, la vocación de comprensión y transformación de la realidad nacional de los partidos que leer, analizar y discutir sus plataformas.

 Son una obligación de los partidos, porque son un derecho de los ciudadanos. No hay voto más informado que aquel que conoce las plataformas y sus diferencias, más que los atributos o defectos de uno u otro candidato o candidata.

 Las plataformas que aprobó el INE cumplen con los requisitos de ley, además son documentos muy ricos por lo que dicen, y hasta por lo que callan. Las plataformas de la elección de 2018 confirman que sí estamos ante alternativas reales, que no todos los gatos son pardos, que hay profundas diferencias ideológicas, que hay temas de preocupación y atención distintos, que no es cierto que votar por un partido sea lo mismo que hacerlo por alguno de sus competidores, como quisiera el discurso antipolítico.

 Hay temas comunes en las plataformas, pero con diferencias en la profundidad de los planteamientos y los enfoques de las propuestas. ¿Con qué seriedad toca cada plataforma el desafío educativo para incluir a los jóvenes a los derechos y al futuro? ¿Qué partidos se hacen cargo del tránsito demográfico y de la insuficiencia del sistema de pensiones? ¿Hablan del cambio climático acaso con conocimiento de causa y bases científicas, asumiendo la complejidad de la mayor externalidad económica negativa que vive la humanidad?; sobre la corrupción, ¿hay propuestas o solo denuncias y deslindes? ¿Hasta dónde se hacen cargo de que seamos el país con la menor recaudación fiscal de toda la OCDE?

 Aparte hay problemas que vive la población o sectores de la misma todos los días y que no necesariamente están en las plataformas, y eso también dice mucho. Por ejemplo, solo dos partidos, y en sentido opuesto, tratan abiertamente el tema del matrimonio igualitario y la adopción de parejas del mismo sexo. O ningún partido se manifiesta a favor del derecho a la muerte digna. Dos fuerzas hablan de legalizar las drogas y las demás omiten el tema. Puede decirse que la indefinición programática en estos temas es una definición política: hay temas en los que algunos pasan de puntillas, para no comprometerse.

 De asuntos tan relevantes como el mandato único del Banco de México y su autonomía, solo hablan dos partidos.

 O aunque la segunda ocupación femenina en el país sea el trabajo de las empleadas del hogar, ocho partidos omiten el tema y ninguno se pronuncia sobre el hecho de que México no haya ratificado el convenio 189 de la OIT. En otro tema, me llama la atención que seis partidos no hagan mención al reto de la reconstrucción tras los sismos del pasado septiembre.

 No juzgo las plataformas, describo algunos de sus rasgos. Enhorabuena que presentarlas sea una obligación de ley y qué bien que están registradas. Hay que difundirlas, ponerlas al alcance de la ciudadanía, promover su análisis. Ojalá, la crítica entre plataformas y propuestas pueda tener un espacio en esta contienda. Entre más se conozcan, discutan y critiquen las ideas, más espacio habrá para el voto informado.

 El escritor español Manuel Rivas advirtió: “No siempre se escribe por compromiso, pero escribir siempre compromete”. Con lo que escribieron en estas plataformas, sus autores ya están comprometidos.

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RESUMEN