Estar en este evento de homenaje, que como lo dije en la inauguración, cae en buen momento, no solamente porque es una oportunidad de honrar la memoria del profesor Sartori, sino también porque es una oportunidad de revisitar, utilizando una expresión del propio profesor Sartori, revisitar nuestra evolución democrática a la luz de la interpretación, ojalá lo más omnicomprensiva posible de la obra de Sartori.
Parece que, si bien cada libro de Sartori se explica y tiene una riqueza intrínseca en sí mismo, el mejor homenaje que podemos hacer a la memoria del profesor florentino es hacer una lectura sí de sus obras, pero omnicomprensiva y global sistemática.
Creo que el pensamiento de Sartori es un pensamiento sistemático y parte de los problemas que hemos tenido en la interpretación, en el aterrizaje en la obra de Sartori en México ha sido, digámoslo así, una lectura compartementalizada, y por cierto, realizada con, y se vale, por supuesto, pero con una cierta intencionalidad política.
Que no necesariamente vuelve a la obra de Sartori o de la interpretación de la obra de Sartori, congruente con él, digamos, con el sistema democrático que el propio Giovanni Sartori teoriza.
Déjenme centrar en esta reflexión en el punto de los sistemas de partidos, y para ello quisiera sentar tres grandes asideros conceptuales que Sartori nos plantea y de donde se deriva, por cierto, una de las más célebres categorías de sistemas de partidos que la teoría política contemporánea, que la ciencia política contemporánea ha planteado.
Primer, arquitrabe y conceptual.
Un sistema de partidos para Sartori es el resultado de una serie de interacciones que se dan entre las organizaciones políticas existentes dentro de un Estado y que se manifiestan efectivamente en primera instancia en la competencia por el poder, en la competencia electoral.
Segundo punto, que ya en la premisa de esta mesa César planteaba.
El sistema de partidos debe entenderse, si bien puede estudiarse en cuan total, debe entenderse en su pleno despliegue, digámoslo así, en el contexto de una sociedad democrática, en el contexto de una sociedad, como una, digamos, como el resultado de una interacción entre el propio sistema de partidos y los sistemas electorales.
Si bien pueden estudiarse y el mismo Sartori lo hace así de manera autónoma, es en su interacción con los sistemas electorales cuando los distintos sistemas de partidos despliegan, digámoslo así, toda su lógica y su dinámica.
Y en tercer lugar, la tipología del sistema de partidos de Sartori parte de dos factores, en esto no es nuevo, pero sí en la traducción y en las conclusiones que el propio Sartori plantea. Por un lado el número de partidos, cosa que ya desde Douverger y otros autores se venía planteando, pero también la competencia o la competitividad que el propio sistema de partidos plantea.
Sobre esta base se configura, sobre estos tres arquitrabes se configuran, digamos, la célebre tipología de partidos del sistema de partidos que el profesor Sartori plantea. Digamos articulados en dos grandes categorías: en los sistemas de partidos competitivos y la de los sistemas de partidos no competitivos.
La primera, como se sabe, que a su vez se subdivide en la existencia o en los sistemas de partidos predominante, en el sistema de partido bipartidista, de pluralismo moderado, de pluralismo polarizado o si esto es todavía más grave, la dispersión de esa fuerza centrífuga en la que el propio Sartori hacía referencia, un sistema de partidos de atomización.
Y por el otro lado, el sistema de partidos no competido, no competitivo, digamos encuentra en dos grandes tipos de sistemas los sistemas de partido único típicos de los regímenes totalitarios y el sistema de partido hegemónico, repito, aquí lo que sea venido insistiendo a lo largo de la mañana en donde México tuvo en su momento el México pre transición tuvo el triste privilegio de ser junto con Polonia uno de los dos ejemplos, digámoslo así, de esta categoría.
Sobre esta base me gustaría hacer una reflexión de cómo hemos evolucionado y en dónde estamos, es decir, dónde está el sistema de partidos mexicano en la gran tipología que el profesor Sartori planteaba.
Lo primero que tenemos que poner sobre la mesa es que el sistema de partidos ha sido objeto, como toda la transición, de una larga, paulatina y gradual transición.
Ya en la mañana en mi intervención recordaba cómo Sartori al referirse a la transición mexicana nos colocaba en las antípodas de la transición española, no solamente porque no se trataba de una transición necesariamente pactada, yo creo que la transición mexicana es el producto de una serie de pactos que se van plasmando en la Constitución a lo largo de un largo periodo de tiempo, pero no hay un momento fundacional de nuestra transición como en cambio sí lo hubo en la española, y es del mismo modo como tiene que entenderse la evolución de nuestro propio sistema de partidos.
La evolución del sistema de partidos mexicano parte de un par de premisas, que por cierto, son premisas que el propio Sartori permanentemente toma en cuenta. Por un lado, la lógica de inclusión o de apertura del propio sistema de partidos, y por otro lado, la lógica de ir construyendo ciertas condiciones de competencia o bien de equidad en la competencia que fueron articulándose, como decía César, a lo largo de una serie de reformas electorales.
Para 1977, justamente la instantánea que le permitió a Sartori catalogarnos como parte, como uno de los ejemplos de sistema de partido hegemónico era el resultado de prácticamente un cuarto de evolución política de un absoluto innamovilismo, digámoslo así, movilismo del sistema de partidos.
En los últimos 25 años, hasta 1977 el sistema de partidos mexicano era un sistema con un partido, eso, hegemónico, y con tres partidos adicionales que, digamos, o testimoniales que en poco cambiaban la lógica de la competencia electoral.
La característica del sistema de partidos hasta 1977 había sido justamente la lógica de la exclusión y del inmovilismo.
Con 1977, con la reforma de 1977 comienza ese proceso lento y gradual de transformación de nuestro sistema de partidos que se centró precisamente en esas dos características que hasta entonces habían estado ausentes. Por un lado, la inclusión del sistema de partidos en la década posterior, cerca de 13 partidos políticos de distinta naturaleza obtuvieron su registro y pudieron participar en elecciones, pero por otro lado, también en la representación o en la representatividad del sistema político.
No solamente se trataba de abrir el sistema de partidos, sino también de permitir que esa pluralidad creciente, gradualmente creciente, pudiera reflejarse en los espacios de representación política.
La apertura del sistema de partidos, y en su momento la inclusión de un sistema proporcional le permitió precisamente al sistema mexicano ir avanzando como dos grandes puntales hacia su proceso de democratización.
Más adelante, en la década de los 90, la otra gran dimensión a la que refirieron parte de la apertura, la lógica de la existencia de condiciones de competencia se convirtió en el núcleo duro de una serie de reformas electorales que desde finales de la década de los 90 han venido permitiendo una competencia electoral en condiciones cada vez más equitativas a partir de dos grandes apuestas: una, una apuesta por el financiamiento del sistema de partidos, preminentemente público, y otra, por garantizar el acceso equilibrado que no igualitario, equitativo a la radio y a la televisión. Por cierto, ese otro espacio que fue objeto de una amplia reflexión del profesor Sartori a lo largo de su obra.
Estos dos elementos fueron provocando que el sistema de partidos se moviera desde una categoría de sistema de partido hegemónico, hacia un sistema con una, cada vez más, importante competitividad.
El país, desde este punto de vista, y el proceso democratización, me parece que no solamente se centró en esa dimensión constitucional, sino también en esa otra dimensión institucional que fue una apuesta por pluralizar el sistema de partidos.
Por otro lado, como el propio Sartori nos enseña una cosa no puede caminar sin la otra, un esquema constitucional en clave democrática necesita de un sistema de partidos particular, un sistema de partidos con un grado de competitividad indispensable, y por otro lado, con lo cual resultaría incompatible, un sistema democrático con la lógica de partido hegemónico de partido único.
Pero por otro lado, el sistema de partido requiere una serie de bases y equilibrios constitucionales, o para decirlo en pocas palabras, no basta la arquitectura constitucional para hablar de democracia y no basta el sistema de partidos para hablar de democracia.
En México fue justamente ese acompañamiento, esta evolución paulatina, gradual, decía, del sistema de partidos, por un lado; pero también, del diseño institucional el que fue articulando el proceso de construcción, si se quiere, de nuestro régimen democrático.
Las consecuencias están a la vista de todos, aunque en los tiempos actuales, tiempos de mucha estridencia, tiempos de pos verdad, tiempos en los que las fake news y no voy a hablar mal de las redes sociales, que en las redes sociales hay una polémica larga, que no es polémica al final del día, basta, está bastante en tono con Flavia Freidenberg en tiempos recientes.
Yo digo que las redes sociales, aprovechando la invitación, que hacía Pedro Salazar a que alguien continúe la obra de Sartori y que hable del Twitter, del Homo Twitter, no, creo que las redes sociales son mecanismos poderosísimos de comunicación, tan poderosos que pueden hacer caer regímenes autoritarios como ocurrió con la primavera árabe, pero también son mecanismos tan débiles en clave democrática, que no necesariamente construyen per sé democracia, y ahí está de nuevo la primavera árabe como un ejemplo de cómo las redes sociales, si bien son parte de nuestra realidad y el dilema que tenemos es cómo hacemos que nuestra democracia conviva y se nuestra de las redes sociales, estas en automático no van a generar lo que algunos ilusos ante la irrupción de estos nuevos mecanismos de comunicación algunos años definieron como algo inevitable, el advenimiento de la e-democracy.
La e-democracy en todo caso hay que construirla y no se va a dar por generación espontánea.
Bueno, en estos tiempos, en México suelen proliferar las voces que en una lógica de desesperanza y de desencanto que caracteriza a todos los sistemas democráticos han venido, han llegado a sugerir, incluso, que nuestro sistema político se encuentra en una situación lastimosa, y que incluso hoy estamos peor que en 1988 o en 1994.
Y permítanme, siguiendo un, ese tipo de análisis cuantitativos en los que el profesor Sartori muchas veces dio algunas lecciones importantes. Bueno, basta simple y sencillamente hacer una comparación para demostrar la falacia de este tema.
Hace 30 años, en 1988 un solo partido político seguía siendo hegemónico en el escenario en el contexto político nacional, no solamente porque no había habido alternancia en el Poder Ejecutivo, sino porque controlaba la totalidad de las gubernaturas, las cuales en 60 años tampoco habían sido objeto de algún tipo de alternancia.
Hace 30 años un solo partido político controlaba ambas cámaras del Congreso de la Unión contando en ellas con una mayoría calificada que le permitía modificar la Constitución a voluntad. Y lo mismo se replicaba en el ámbito local.
Se ha mencionado a Jorge Carpizo, amigo y estudioso del profesor Sartori. Bueno, Jorge Carpizo justamente ponía sobre la mesa eso que, en el posfacio de ingeniería constitucional comparada el profesor Sartori mencionaba, es decir, como el sistema político mexicano, además de una gran cantidad de atribuciones constitucionales implicaba una gran cantidad de atribuciones meta constitucionales en manos del Presidente, que con el contexto político de hace 30 años, le permitía también controlar a todos los órganos de control, incluyendo al Poder judicial en primera instancia.
Hoy el país es radicalmente distinto y si tuviéramos que reclasificar en las sugerencias, en la sistematización del profesor Sartori nuestro sistema de partidos, o bien se encuentra en un sistema de partidos de pluralismo polarizado, si atendemos al número, pero mucho me da la impresión de que el propio profesor Sartori nos colocaría en un sistema de pluralismo moderado.
Sartori hace 15 años nos colocó o nos colocaba ya en esta categoría.
Es cierto que el sistema de partidos se fue ampliando y hoy contamos con nueve partidos políticos a nivel nacional, además de una gran cantidad de partidos, más de 20 partidos políticos a nivel nacional, y sin embargo, creo que esto no nos colocaría en el sistema de partidos de pluralismo polarizado porque sigue, a todo caso habiendo un conjunto de algunos cuantos partidos, cuatro, cinco partidos a lo sumo, que son partidos realmente que tienen una capacidad de competencia y de, digámoslo así, concentración, de una gran parte del voto, con lo cual creo que estaríamos todavía en que la categoría en la que hace 15 años o un poco más el profesor Sartori ya nos ubicaba.
Permítanme, en la parte final de mi intervención hacer una reflexión, aunque sé que este es una mesa centrada en la idea de sistema de partidos del profesor Sartori, permítanme hacer una inevitable reflexión en torno al impacto, pero sobre todo la lectura que se ha hecho en México de ingeniería constitucional comparada.
Sobre todo porque como se ha mencionado aquí, el posfacio del largo posfacio que el profesor Sartori hace a su segunda edición en español o a la segunda edición mexicana, avocándose precisamente al caso de nuestro país, resulta uno de los textos, como ya se mencionaba en México probablemente más citados y revisados.
En Ingeniería Constitucional Comparada, Sartori, hablando del sistema de partidos, alertaba sobre el acceso de pluralismo político en términos de la gobernabilidad de un sistema democrático que estaba en vías de consolidación, y también advertía sobre la dispersión que la representación política puede tener y el impacto inevitable ante la falta de mayorías predefinidas en la gobernabilidad del país.
Y sin embargo, me da la impresión que estos dos planteamientos que son objeto, insisto, no solamente de toda la ingeniería constitucional, sino en particular del posfacio de Sartori que tal vez exagero diciendo, pero Sartori de alguna manera nos sugiere, “oigan, miren, cuidado con tener más de tres partidos porque la cosa se les puede poner ingobernable”.
“Y cuidado con seguir manteniendo al menos en sus dimensiones actuales la de representación proporcional porque esto puede acabar generando, ante el pluripartidismo al que se encaminan, problemas de gobernabilidad”.
Es cierto, y sin embargo, me parece que ni siquiera ese posfacio y estas advertencias del profesor Sartori pueden y mucho menos deben leerse de manera contextualizada.
Por eso, insisto, queremos leer Sartori, bien, pero leámoslo en el ámbito del sistema teórico que el propio Sartori construyó.
Esto es así porque me da la impresión que la lectura aislada, la lectura asistemática de estas conclusiones en el posfacio de Giovanni Sartori nos han llevado en los últimos años a una serie de planteamientos que lejos de fortalecer a la democracia en clave de gobernabilidad podrían alejarnos en busca de la gobernabilidad de lo óptimo democrático, y creo que leer a Sartori como sistema jamás nos permitiría llegar al extremo de en pos de la gobernabilidad, alejarnos de los parámetros mínimos fundamentales de un sistema democrático.
En México me da la impresión de que el ataque que en los últimos, por lo menos 15 años, habría que leer también el rol de la televisión y de los medios de comunicación en nuestro país en los últimos 20 años, a la luz de lo que Sartori plantea para poder entender justo lo que estoy por mencionar.
Porque la construcción de un discurso anti política, anti partidos y anti representación proporcional en buena medida ha respondido no a la lógica de construir un sistema, una democracia funcional más robusta, sino en la lógica de una intencionalidad política por debilitar esos que inevitablemente son los pilares fundamentales, como el propio profesor Sartori nos ha enseñado, de todo sistema democrático.
Es decir, los partidos políticos, la representación política, y al final del día todo lo que tiene que ver con mecanismos de control y de acotamiento del poder político.
En México desde hace 15 años el sistema de partidos y la representación política han sido objeto, en muchas ocasiones, incluso, mal utilizando los planteamientos de Sartori, de un ataque que hoy en día me parece que está en buena medida evidenciándose en términos de sus resultados, en la debilidad estructural que hoy tienen tanto los partidos políticos en el imaginario colectivo, como la representación política.
Si uno mide los índices de confianza. No es un tema mexicano, eso lo sé, es un tema global, pero en el caso de México es particularmente grave si se piensa, en la democracia mexicana como una construcción y una evolución histórica que lleva ya cuatro décadas.
Si se piensa en el grado de confianza y de aceptación que los distintos estudios de opinión pública platean, tiene la sociedad mexicana respecto de los partidos políticos y respecto de los congresos, de los órganos legislativos, creo que nuestra democracia está hoy padeciendo lo que ha sido una corto plasista pero intencional construcción de un discurso en contra de estos pilares democráticos.
No estoy diciendo nada nuevo, me da pena decirlo frente a la familia del profesor Sartori, porque en Italia pasó exactamente lo mismo. Y sobre eso quiero apuntar hacia el final de mi intervención.
Quiero por el momento señalar, seamos a Sartori, sí, es indispensable en estos tiempos, pero leamos a todo Sartori. No lo leamos de manera aislada, y peor todavía, no lo leamos como ha venido ocurriendo, de manera sesgada. Porque es la peor manera de rendir un tributo y un homenaje a uno de los grandes teóricos de la democracia contemporánea.
Termino diciendo esto. Hoy los partidos políticos están viviendo una de sus peores, en el mundo, una de sus peores crisis de credibilidad. Y creo que recordar, justo lo que ahora mencionaba Flavia, es decir, la definición de partidos políticos, y entender, digámoslo así, cómo esta figura es consustancial a la democracia, sea o no legalmente, se trate o no legalmente de un partido.
Escuchando a Flavia, recordando la definición de partido político de Sartori me vienen en mente las afirmaciones de José Woldenberg que recientemente ha venido sosteniendo que las candidaturas independientes no son otra cosa, sino la existencia de un conjunto de estructuras de respaldo, de estructuras financieras, digámoslo así, de cónclaves políticos que permiten una construcción de un cierto programa político, de una cierta ruta de acción, que en buen castellano se llama partido político.
Y hoy justo que están corriendo las candidaturas independientes. O sea, está el proceso de recolección de firmas, podemos ver que quienes son realmente exitosos son aquellos que tienen una cierta organización, un cierto trabajo previo.
Insisto, que si bien no es un partido político en el sentido formal, legal, sí lo es en un sentido conceptual. Los partidos políticos, y más vale que lo vayamos entendiendo, son como Sartori nos lo enseñó, inevitables en un contexto democrático. Ojo, claro, también Sartori nos decía: no todo partido político es consecuente y congruente con un sistema democrático, pero en democracia los partidos políticos son para bien o para mal inevitables.
Y esto me recuerda, por cierto, aquella célebre expresión de Kelsen de los años 30 cuando decía que pensar en una democracia sin partidos puede ser producto sólo o de la ilusión o de la hipocresía.
Hoy en día estamos viviendo un proceso de crisis, y debe alarmarnos el proceso de crisis que tienen los partidos políticos. Mucho me da la impresión de que ese proceso de crisis en buena medida se debe a un vaciamiento ideológico y programático de los partidos.
A que los partidos políticos se convierten, y sé que el profesor Sartori me diría: son eso. Cierto, pero también diría: no son sólo eso. Meras maquinarias electorales.
Y es que al final un modelo de competencia que tienda hacia el centro, o sea centrípeto, diría Sartori, o tienda hacia los extremos, sea centrífugo; se explica en buena medida en su posicionamiento, decía el profesor Sartori, respecto del centro.
Pero la identificación del centro implica inevitablemente un posicionamiento ideológico y programático. Y hoy me da la impresión de que en México y en el mundo es difícil entender cuáles son los partidos de centro, qué partidos se colocan a la izquierda, qué partidos se colocan a la derecha.
Es más, resulta difícil pensar en partidos de izquierda que respaldan posturas neoliberales, y resulta interesante ver a partidos de derecha que proclaman la renta única.
Creo que, creo que en este contexto, que bueno, digo yo, pero creo que en este contexto volver a enfatizar la necesidad de reivindicar a los partidos en ese rol de agregación, pero sobre todo de agregación en torno a programas políticos, en torno a ideologías.
Pero ese rol de ineludibilidad que tienen los partidos como mecanismo de funcionamiento de la democracia, como es el puente entre los ciudadanos aislados y los espacios de poder es fundamental.
Termino diciendo esto. Relee a Sartori en clave, en esa clave integral, recordando que Sartori ante todo es un teórico de la democracia, que después aborda muchos ámbitos de la vida política, pero siempre desde la perspectiva del fortalecimiento del sistema democrático, es fundamental en estos tiempos para tratar de revertir ese contexto que hoy parece vivir la política en el mundo de ser un terreno fértil para las soluciones antidemocráticas, y peor aún, para que prolifere el reino de los idiotas.
Muchas gracias.
Versión estenográfica de la intervención del Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en la conferencia “Los sistemas de partido y los sistemas electorales”, en el marco del homenaje póstumo: La ciencia política de Giovanni Sartori”, realizado en el Palacio de Minería
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