La semana vivimos en el INE dos jornadas de reflexión donde se expresaron propuestas y balances críticos respecto al rol de los debates en democracia. Convocamos a voces que piensan distinto, escuchamos experiencias internacionales y nacionales sobre estos ejercicios organizados por autoridades electorales, medios o por grupos ciudadanos independientes en los últimos años. Hubo un consenso en este foro: la necesidad casi imperativa para trascender los formatos acartonados, observar condiciones de equidad en los debates que vienen, pero anteponer el derecho de las audiencias y electores a valorar, a contrastar ofertas que buscan su voto con exposiciones fluidas y no con una secuencia de monólogos con sobreprotección hasta en los tiros de cámara o la intensidad de las luces.
Se han exigido más y mejores debates. Janet Brown, directora ejecutiva de la Comisión de Debates de los Estados Unidos, expuso cómo ellos alcanzan niveles de audiencia que superan 77 millones de espectadores y establecen reglas con al menos un año de anticipación para dejar claro cómo van a seleccionar a las candidaturas participantes, algo distinto a lo que ocurre en México en donde la ley mandata que todas las candidaturas registradas deben ser invitadas a los debates obligatorios, organizados por la autoridad.
Escuchamos cómo no sólo en México los candidatos punteros suelen evitar acudir al debate y cómo hay organizaciones ciudadanas, estudiantiles o de medios de comunicación que han organizado debates libres con buenos resultados. Recordaba Genaro Lozano su experiencia como moderador en el debate del movimiento #YoSoy132.
Enunció algunas de las propuestas y retos que han quedado sobre la mesa: 1. No más formatos acartonados; 2. Un papel más activo de moderadores sin ocupar un rol protagónico, pero sí con oportunidad de preguntar, insistir en temas sueltos o en preguntas sin respuesta; 3. Involucrar a la sociedad y a los medios en la organización de debates ciudadanos no necesariamente organizados por el INE; 4. Refrendar que los debates no están prohibidos, los organicen universidades, medios o ciudadanos son válidos; 5. Potenciar su difusión para que sean accesibles a la mayor población (transmitiéndose los domingos por la noche han dado buen resultado); 6. Abrir puentes de interacción entre las audiencias y las candidaturas que debaten, con preguntas en vivo, por internet o aleatoriamente seleccionadas con antelación; 7. Que haya tiempo suficiente para que se expongan las ideas a partir del número de participantes; 8. Dar prioridad en los formatos a las condiciones para contrastar posturas de manera fluida y no a lo aspectos de imagen.
Tuvimos quienes consideran que deben ser decenas de debates en los tres meses que duran las campañas de nuestro país y quienes ven tres debates como un número adecuado, considerando que preparar cada uno interrumpe las campañas de tierra.
Entre las preguntas del público hubo hasta quien propuso un detector de mentiras instalado durante los debates o métodos interactivos que permite internet como ir calificando intervenciones de candidaturas en línea, aunque hubo coincidencia en que los debates no pueden asumirse como encuentros que se simplifiquen entre ganadores y perdedores.
Me parece que nos llevamos un buen número de ideas en este espacio para debatir los debates y lamento en verdad que periodistas como Joaquín López Dóriga hayan decidido no acudir al intercambio público pese a la invitación que en su caso particular, había confirmado. Leí con sorpresa que la ausencia fue porque sintió que era discriminado y descalificado por trabajar en Televisa, por ser crítico del modelo de comunicación política vigente que prohibió la compra de propaganda en radio y televisión. Esto a raíz de que una consejera y yo declaramos estar de acuerdo con balancear el programa inicial del foro y sumar académicos, periodistas de medios impresos y radiofónicos, además de los ya convocados con experiencia en televisión.
Acudieron voces muy críticas del modelo de comunicación, como Sergio Sarmiento, y nos dijeron frente a frente, con toda libertad y respeto, sus opiniones duras sobre el desempeño de autoridades electorales al momento de organizar debates presidenciales.
Fueron parte del conjunto de posturas diversas que serán tomadas en cuenta para mejorar, de eso trataba y se trata. En ésta, como en muchas discusiones, la pluralidad es clave, tiene derecho a exponerse y contrastarse. Nadie limitó la libertad de Joaquín o pretendió hacerlo sentir mal, al menos yo no. Es una pena que no haya ido, atribuyéndome declaraciones discriminatorias, provocaciones o fobias inexistentes de mi parte (pueden ver la nota al respecto en el periódico La Jornada, publicada el 22 de octubre del 2017).
Como sea, no hay otro camino que concretar avances con apertura en materia de debates y hasta en los debates de los debates. Eso incluye naturalmente escuchar a todas y a todos, a quien coincide y a quien no, contrastar las diferencias con respeto. Invitar a quienes no son críticos del modelo electoral no es ofensa ni implica desinvitar a quienes sí lo son.
Consulta el artículo en El Economista.
RESUMEN