Los candados de confianza desplegados en todo el andamiaje del sistema electoral mexicano construido durante las últimas tres décadas, han marcado rutinas comiciales y agregado periódicamente nuevos elementos para blindar el principio de voto efectivo. Es actividad permanente la deliberación entre autoridades y actores políticos para seguir produciendo o ajustando dispositivos institucionales que acoten zonas de desconfianza, por ejemplo, innovar en aspectos tecnológicos o logísticas con los mayores estándares de calidad y seguridad para las y los ciudadanos.
El viernes 20 de octubre discutíamos en el INE la aprobación del líquido indeleble que será utilizado en la jornada cívica del 1 de julio del 2018 para marcar el pulgar de los ciudadanos al votar en cada casilla. No es un instrumento menor, aunque ha perdido foco con los años.
La fórmula química que inventó Filiberto Vázquez, destacado investigador de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, sigue vigente hasta ahora y es uno de los elementos que garantizan confianza y certidumbre en los procesos electivos. Desde 1994 prevalece el líquido indeleble, después de 56 fórmulas distintas utilizadas hasta antes de 1993 para determinar las que debían usarse en las votaciones. Y fue en el IPN donde se descubrió que las anilinas disueltas en agua o alcohol se borraban del pulgar derecho justamente con esos dos líquidos.
En los comicios previos a la tinta, eran recurrentes denuncias que aludían a ciudadanos votando dos o tres o más veces por un mismo candidato o partido político. Eso era el llamado “carrusel”, una práctica que no podía realizarse impunemente después del primer listado nominal depurado en 1991 que sumó la vigilancia en cada casilla de representantes partidistas y la selección aleatoria de las personas que instalan esas casillas, pero el papel de la tinta muestra además, literalmente en carne propia a cada elector, que efectivamente funciona como medida de seguridad.
En el entonces IFE la solución llegó junto con el IPN. Se demostró públicamente, en ese 1994, como era resistente a 14 sustancias distintas, entre ellas thinner, acetonas y detergentes. Había que dar las mayores garantías a las votaciones. Imágenes del periodista y consejero ciudadano, Miguel Ángel Granados Chapa, mostrando en aquél momento su pulgar derecho luego de corroborar que no se borraba la marca, es otra estampa entrañable que se quedó indeleble en primeras planas y que registra bien un punto clave en la compleja historia de evolución democrática.
De esa elección de 1994 surgieron también documentos y materiales electorales con ajustes fundamentales para la certeza, al mismo tiempo que la doble insaculación para integrar mesas directivas de casilla, el Programa de Resultados Electorales Preliminares, el diseño de los modelos actuales de urnas y canceles, en conjunto con una serie de candados legales que alejaron cada vez más de recelos a la etapa crucial de cada proceso electoral, es decir, la emisión del voto ciudadano.
En conjunto, las disposiciones legales, las medidas tecnológicas y las herramientas materiales utilizadas en cada proceso electoral de nuestros tiempos, están diseñadas y armadas de tal forma que hacen imposible en los hechos regresar a las viejas prácticas fraudulentas. La certeza a la hora de emitir el sufragio es una realidad que debe permanecer sin retorno. La desconfianza no se aleja pidiendo cheques en blanco, sino propiciando garantías.
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RESUMEN