Participación de Lorenzo Córdova en la inauguración del 12° Congreso Nacional de Organismos Públicos Autónomos de México

Escrito por: INE
Tema: Consejero Presidente

Muchas gracias, muy buenos días tengan todas y todos ustedes.

Estimadas y estimados amigos integrantes del presídium, muchas gracias por la sinergia a la que han involucrado al Instituto Nacional Electoral para poder concretar este 12° Congreso Nacional de Organismos Públicos Autónomos de México.

Los Organismos Púbicos Autónomos son, se ha dicho que con razón, un producto indiscutible del proceso de democratización en nuestro país.

La institucionalización del cambio democrático pasó precisamente por la configuración y paulatino robustecimiento de la autonomía de estos organismos. Se trata de una construcción institucional articulada a lo largo de ya 27 años que tuvo como objetivo constituir mecanismos institucionales para el control del poder y la garantía de los derechos, dos pilares fundamentales y definitorios de todo sistema democrático.

No es casual que el proceso de democratización en México haya tenido como eje la apertura de la política a la pluralidad creciente, el robustecimiento de la competencia electoral, sin duda, el empoderamiento de esa pluralidad en los órganos de representación del Estado, pero paralelamente, la sustracción cada vez mayor de atribuciones antes concentradas en el Ejecutivo Federal y que en buena medida explicaban ese presidencialismo mexicano del que Jorge Carpizo hizo una radiografía insuperable para irlo depositando en órganos sí del Estado, pero no dependientes del gobierno.

No hay prácticamente ningún órgano constitucional autónomo, y aquí excluyo a mi alma mater, la UNAM tiene otra historia que se explica centenariamente por sí misma, pero la UNAM ha sido clave, no es casual que estemos aquí, el simbolismo no es menor, en el proceso de democratización, el acompañamiento del proceso de democratización.

Pero, insisto, fuera de la UNAM y en cierta medida hasta la UNAM entra en esta lógica, pero insisto, por el momento permítanme excluir a la UNAM, todos, todas las funciones de los órganos públicos constitucionales autónomos todas vienen del Ejecutivo y todas fueron sustraídas del propio Ejecutivo como una lógica de erosionar ese presidencialismo que poco o nada era democrático, precisamente en la lógica de ir construyendo una sociedad democrática.

Nuestro sistema democrático sin duda tiene muchísimos pendientes, el ejemplo probablemente más palpable, más plástico en estos días es de cómo los tiempos, es decir, la velocidad con que el proceso de democratización se dio de manera diferente en los distintos ámbitos que se requerían transformar para contar con una sociedad democrática, es el hecho de que 27 años después de que comenzó el proceso de transformación, en la que probablemente era la primera y más necesaria transformación democratizadora, que era la ruta electoral, 27 años después estamos apenas discutiendo y tratando de instrumentar un sistema para combatir la corrupción.

Cuando la rendición de cuentas, en donde la transparencia tiene un componente fundamental, pero evidentemente, el combate a la impunidad y la corrupción constituye un pilar indispensable que está apenas, insisto, en fase de construcción.

Esto, simple y sencillamente para señalar que el proceso de construcción democrática está todavía lejos de poder afirmarse concluido.

Estos son malos tiempos para la política, malos tiempos para las instituciones y malos tiempos, hay que decirlo, para la democracia. No es un fenómeno estrictamente mexicano, es un fenómeno global, pero en el caso mexicano evidencia una paradoja que en pocos otros lados es tan dramática.

Me parece que ningún otro país en América Latina, por lo menos, y probablemente en el mundo, ha hecho en estos últimos 30 años, una inversión en su democratización como la ha hecho México. Y no hablo solamente de una inversión en términos materiales, en términos presupuestales en términos económico, que es evidente; hablo también en una inversión en términos de una apuesta política como la que, insisto, en las últimas tres décadas se ha venido articulando en el país.

Y si embargo, si observamos de manera comparativa el estado de nuestra democracia en términos del humor público, México es uno de los países de América Latina;  en 2015 éramos el que más, hoy ya somos, ya fuimos superados por Haití y Guatemala, como el país en donde la ciudadanía tiene una mayor insatisfacción con su democracia. Es una paradoja no menor.

Hoy la desconfianza parece ser la palabra de orden en la sociedad mexicana respecto de todo lo que sea o que huela a público, respecto a todo lo que sea o huela a política, respecto de todo lo que sea o huela a instituciones.

Nunca antes en la historia, la desconfianza respecto de las instituciones del Estado había alcanzado los niveles que hoy tiene. Esto me parece que requiere de un análisis en términos de su explicación, aunque tampoco creo que sea muy complicado poder concluir que esa desconfianza en realidad es el resultado de la conjunción de la que, parafraseando a don Andrés Molina Enríquez, hoy son nuestros grandes problemas nacionales; se trata de problemas estructurales que aquejan a todos los ámbitos de la vida social, incluido el electoral en el que nos movemos, incluido el de los derechos humanos, incluido el de la transparencia, incluida lamentablemente también la educación.

Se trata de la pobreza, se trata de la desigualdad, de la corrupción, de la impunidad que la alimenta, de la inseguridad que afecta y que erosiona cotidianamente el tejido social.

La conjunción de estos grandes problemas estructurales constituye un peligroso caldo de cultivo del que se alimenta el descontento, el enojo y la desconfianza.

Los Organismos Públicos Autónomos no estamos ajenos a esa oleada de desconfianza que inunda y corrompe todo, estamos directamente involucrados, lo que ha ocurrido en las semanas pasadas, a propósito del intenso debate poselectoral luego de la jornada en cuatro estados, implicó la renovación de poderes, está implicando, las elecciones no se han acabado falta la fiscalización y falta la calificación de las mismas por los tribunales, es un buen ejemplo de cómo ese descontento, de cómo esa insatisfacción, cómo ese enojo puede constituirse en un elemento de peligro para la estabilidad y la gobernabilidad democrática.

Y con esto, por supuesto, no pretendo eludir o deslindar las responsabilidades que eventualmente los órganos electorales, hayamos tenido en el resultados de estas elecciones, justamente en esta semana el Instituto Nacional Electoral, ha estado haciendo un proceso de revisión de lo que ha ocurrido, de análisis de lo que ha ocurrido y esta se ha estado traduciendo en una serie de informes públicos que se han venido presentando desde la semana pasada y ésta, para explicar porque algunas instituciones de la ruta electoral como el Conteo Rápido o el PREP en Coahuila tuvieron un comportamiento atípico.

Creo que es importantísimo sobre todo de cara a 2018, que este ejercicio de análisis de explicación pública y también hay que decirlo, de autocrítica y de aprendizaje institucional de cara a los próximos desafíos, tiene que hacerse.

Sin embargo, insisto, lo que ha caracterizado la discusión, el debate público en estos días es un enojo que no podemos obviar, es el resultado insisto, de esa desconfianza.

Como ningún otro órgano del Estado, los Organismos Públicos Autónomos, vivimos y dependemos de la confianza. Los Organismos de Protección de los Derechos Humanos, las Comisiones Nacionales de Derechos Humanos que no tienen mecanismos vinculantes para poder ejercer su trabajo, precisamente dependen de la confianza pública, para poder darle fuerza a las recomendaciones que en defensa de los derechos realizan.

El Instituto Nacional de Transparencia más allá de las atribuciones de las fortalezas de los mecanismos vinculantes de los que dispone, es una institución que depende al final del día de la confianza pública y no hablo de los organismos electorales. De la confianza en los Organismos Electorales, depende ineludiblemente la confianza en los resultados en las elecciones que estos organizan, y de esa confianza depende la legitimidad de los gobiernos democráticos.

No podemos no preocuparnos frente a la crisis de confianza que aqueja a las instituciones el Estado y que involucran también a los Organismos Públicos Autónomos. No basta una lógica de auto conformismo o auto complacencia para señalar por ejemplo: “bueno dentro de los organismos del Estado, los Organismos Públicos Autónomos no estamos tan mal, ya sabemos que después del Ejército y después de la Comisión Nacional de Derechos Humanos –bueno las universidades están por encima de todos- que después del Ejército y la Comisión Nacional de Derechos Humanos está el INE”. No estamos tan mal si nos comparamos con el Congreso, con los partidos, con las instituciones del Gobierno, etcétera.

Pero como ninguna otra instancia del Estado, decía, dependemos de la confianza pública y tenemos que hacernos cargo de que de cara a los desafíos del futuro, esta desconfianza representa probablemente el principal desafío que tenemos que enfrentar.

Se trata de momentos muy delicados de la vida pública, porque esa erosión de la confianza, abre la vía para la erosión también de la institucionalidad democrática. Y creo que son tiempos en los que como nunca antes cobrando conciencia de los problemas, haciendo una, déjenme llamarlo así, humilde autocritica de lo que, eventualmente, hemos hecho mal y que tenemos que corregir, pasa la defensa de la vía democrática, como la única vía inventada por el hombre, como un mecanismo civilizatorio, que permite procesar las diferencias naturales del pluralismo y resolver pacíficamente las controversias.

Democracia no significa ausencia de conflicto, no significa ausencia de diferencias, no significa ausencia de controversias; significa la existencia de cauces institucionales para que pacíficamente las mismas se resuelvan y la convivencia en clave democrática, pueda recrearse.

Nos enfrentamos el próximo año y perdón el énfasis en lo electoral, pero de lo electoral, lo electoral es el piso en el que el resto de los niveles de la democracia se sustentan.

El próximo año tenemos el mayor desafío en términos electorales de la historia de nuestro país. Nunca como en el 2018, nunca como el primero de julio de 2018, se renovaran tantos cargos de elección popular como ocurrirá el próximo año.

Estamos hablando de más de 3300 cargos a nivel federal y a nivel local, que estarán en disputa en las urnas. Hasta ahora la elección en donde la carga política, por el número de cargos en disputa, había sido la más grande fue en 2015 con 2190 cargos, tenemos más de mil cargos que estarán en disputa en las urnas.

Y desde septiembre prácticamente la vida pública comenzará a orbitar -como si no  ocurriera ya desde ahora- pero a partir de septiembre con el arranque formal del Proceso Electoral, como nunca la vida pública comenzara orbitar en torno a las elecciones. Todo me temo lo que haga la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, lo que haga el INAI, lo que hagan el resto de los órganos constitucionales autónomos, empezara a ser leído, inevitablemente en una clave política.

Las elecciones constituyen un pivote en torno al cual, inevitablemente, en democracia orbita la vida pública.

En efecto, hay una crítica en torno a las instituciones electorales, pero también debo decir, hay una fortaleza que tenemos que revindicar de las mismas, hay una fortaleza de los Organismos Públicos Autónomos que, como lo decía, Francisco Acuña, pasa –en términos de su robustez y fortaleza- por la defensa de la autonomía.

Como nunca antes estamos llamados a demostrar a la ciudadanía, que el concepto de autónomos que define nuestra esencia institucional, efectivamente es practicada y defendida, en un contexto repito en el que todos van a querer darle una lectura política a las decisiones que tomemos, creo que hay suficiente robustez institucional, pero no basta, en términos de autocomplacencia, con señalarlo.

Creo que el INE está suficientemente -estoy convencido de ello- está suficientemente consolidado para poder enfrentar el desafío de las urnas en 2018, pero no basta con ello.

Tenemos que cobrar conciencia de que la defensa de la autonomía, pero sobre todo la reconstrucción de la confianza es fundamental para enfrentar los desafíos que tenemos en el futuro.

El Informe País del que sustenta, por cierto, la ENCCÍVICA, revela probamente con el dato más dramático, el desafío que en este sentido tenemos ante nosotros, el 72 por ciento de las y los ciudadanos mexicanos consideran que no se puede confiar en prácticamente nadie fuera del círculo familiar.

La desconfianza no es un problema nada más respecto de lo público, la desconfianza constituye la gota que mina y erosiona el tejido social en todas sus dimensiones, y es en ese contexto en el que nosotros estamos como nunca necesitados de reconstruir la confianza pública en torno a nosotros, en torno a nuestro trabajo.

Recuperar y reconstruir, o reconstruir si se quiere, como decía, la confianza es fundamental, y eso me parece, y este Congreso es el espacio privilegiado para poder reflexionar sobre este punto, pasa, por lo menos, por lo menos, por dos ejes fundamentales.

El primero, es el que tiene que ver con la necesidad de desplegar como nunca antes una capacidad pedagógica, una capacidad explicativa para que en una sociedad que desconfía, puedan sembrarse los elementos de entendimiento de lo que hacemos. De por qué lo hacemos, de las razones por las que hacemos lo que hacemos. Y sobre todo, de ver las expectativas respecto de lo que no podemos hacer.

El tema no es sencillo, el enojo que se alimenta de la pobreza, de la desigualdad, de la corrupción, de la impunidad, de la inseguridad de nuestros grandes problemas nacionales, de los problemas estructurales, en muchas ocasiones se traduce en una demanda para que resolvamos temas que no podemos nosotros resolver y que son el resultado, debo decirlo, de políticas públicas fallidas.

La pobreza no ha disminuido, la desigualdad se ha incrementado, la sensación de corrupción aumenta todos los días, y los corruptos no están en  la base. La inseguridad es vista cada vez más como algo cotidiano con lo que hay que ineludiblemente vivir, y la indolencia y la postración de una sociedad frente a estos problemas es lo peor que podemos como sociedad asumir.

Bueno, nosotros no podemos desde los órganos colegiales autónomos revertir estos problemas y tenemos que explicar por qué. Y tenemos que explicar cuál es el cauce, y tenemos que generar una sociedad que a partir de exigencia demande ante las instancias competentes el cambio, la inversión de ruta, eventualmente, en políticas que no han dado los resultados que necesitamos, y eso es el siguiente gran eje, el primero, insisto, es la necesidad de explicar, de desplegar esta vocación pedagógica que hasta ahora, no digo que no haya existido, pero ha sido evidentemente insuficiente.

Y la segunda es tratar de remontar esa crisis de confianza desde abajo. No podemos permitirnos construir confianza desde arriba. Somos responsables sin lugar a dudas de las decisiones que nosotros tomemos, pero es indispensable tratar de empujar el cambio de una cultura política, de una cultura cívica, que solamente puede lograrse si miramos lejos, es decir, tratando de construir una política pública en esta materia de largo aliento, de largo plazo, siendo consistentes en la misma, pero sobre todo, pero sobre todo, involucrándonos en eso que es indispensable para una democracia.

Multiplicar los espacios y las vías de la participación ciudadana, y no estoy hablando sólo de la vía electoral. La Estrategia Nacional de Cultura Cívica me parece que es justamente, no digo la solución, pero si una ruta para avanzar ene se sentido.

Es una propuesta que formulamos desde el Instituto Nacional Electoral, sí, pero más en un plano, si se me permite, de provocación, porque los autores de la Estrategia Nacional de Cultura Cívica somos  todos los órganos constitucionales autónomos que estamos aquí reunidos, y también los que no están.

La construcción de la cultura política solamente puede hacerse desde una perspectiva holística en la que todos asumamos que tenemos una responsabilidad. Los tiempos en los que la educación cívica, por cierto, lo del cambio de educación a cultura tiene un propósito, incluso, lógico. La educación naturalmente cae desde lo alto. Algo se enseña, la cultura cívica se construye desde abajo y nos involucra a todos.

Bueno, desde el INE hemos empujado esta estrategia sobre tres ejes, está en tres grandes ejes: verdad. Es decir, la necesidad de información que nosotros mismos tenemos que generar para que la discusión, el debate, segundo gran eje, se realice de manera informada y lo más franca posible.

En tiempos de post verdad esto es indispensable. Y, finalmente exigencia. Somos una sociedad que exige poco, los cauces legales, los cauces jurídicos, el ejercicio de los propios derechos marca la pauta para que los propios ciudadanos no solamente exijamos a las instituciones, que es indispensable, sino que exijamos a nosotros mismos.

En fin, la ENCCÍVICA es, y agradezco mucho la oportunidad de que en este congreso el tema de la cultura cívica forme parte, digámoslo así, central de la reflexiones. Es, asumo, la mejor ruta para poder tratar de revertir esa desconfianza que erosiona y lastima todo.

En suma, creo que me he extendido demasiado y me han encomendado el honroso deber de declarar la inauguración de este evento.

La verdad, digamos, no soy muy proclive a las formas, creo que Paco sí lo es, pero permítanme no pedirles que se pongan de pie, y simple y sencillamente, no, no pedirles, al contrario, sentémonos todos, y simple y sencillamente siendo las 10 de la mañana con 23 minutos del 29 de junio de 2017 permítanme declarar inaugurado formalmente los trabajos de este Décimo Segundo Congreso Nacional de Organismos Públicos Autónomos.

Gracias.

Versión Estenográfica, Inauguración del 12° Congreso Nacional de Organismos Públicos Autónomos de México, realizado en el centro de exposiciones y congresos UNAM 

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