“Juventudes y elecciones”, artículo de Dania Ravel, en El Sol de México

Escrito por: INE
Tema: Opinión

Recientemente, diversos estudios han dado a luz información valiosa respecto de la calidad de las democracias en el mundo, señalando un síntoma común entre países con una longeva tradición democrática y en aquellos otros en vías de consolidarse como tales: y me refiero a la desafección con la democracia.

 Es verdad que México enfrenta sus niveles más bajos de apoyo y de satisfacción con la misma. Pero se debe señalar que en casi 30 años la democracia electoral mexicana ha sufrido transformaciones (muchas de ellas de gran calado), con el objeto de sistematizar los procesos electorales, dar certeza de la actuación autónoma del árbitro, y sobre todo, ha hecho de las y los ciudadanos actores imprescindibles para el desarrollo de los comicios, no sólo como votantes, sino también como protagonistas en la organización de los procesos electorales. Lo anterior, con el objeto de dotar de confianza los procesos electorales en el país y que ello incentive una afluencia importante de la ciudadanía en las urnas.

 Sin embargo, aun cuando se han ido perfeccionado los procedimientos electorales al paso de los años, no se ha logrado un correlativo desarrollo de la cultura cívica nacional. En suma, contamos con un robusto sistema electoral y con una tendencia al alza en la participación de las y los ciudadanos en elecciones federales (Presidencial 2006: 58.65%; Presidencial 2012: 62.08 %; intermedias 2003: 41.68%; intermedias 2009, 44.06%; intermedias 2015: 47.07), pero la desafección de las y los mexicanos sigue siendo notoria.

 El progreso que vemos es positivo, no obstante, esos pequeños avances no los encontramos en todo el espectro de votantes, particularmente en el grupo que conforman las y los jóvenes de entre 18 y 29 años. De hecho, en el 2015, el grupo de electores con edades entre 20 y 29 años fue el que menos participó en las urnas (36%). El caso de las y los jóvenes de 18 y 19 años es una excepción, pues quizá motivados por su primer acercamiento a las elecciones, suelen tener niveles altos de participación.

 En general, vemos que el panorama que tiene enfrente la juventud mexicana es complejo, ya que a la par del desencanto general que se vive en el país, también hay una fuerte inquietud de incidencia por las y los ciudadanos más jóvenes.

 Algunos datos relevantes que nos deben hacer repensar la presencia de la juventud mexicana, no sólo en lo electoral sino en todo ámbito público, los hallamos en el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadanía (ICCS, 2016) realizado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. En él vemos que la formación cívica de las y los jóvenes mexicanos se encuentra por debajo de la media internacional a pesar de haber obtenido un incremento significativo respecto a 2009.

 La formación cívica resulta en este punto un elemento valioso pues se estima que a menor formación cívica disminuyen las posibilidades de comprender y coadyuvar en la solución de los problemas sociales que les rodean. Siendo así, los datos más significativos refieren que las y los jóvenes mexicanos son más proclives a protestar violentando la ley (tomando edificios, pintando muros, interrumpiendo el tráfico) pero también manifiestan una elevada intención de participación electoral a futuro: el 88% manifestó que probablemente votaría en las elecciones municipales o delegacionales; el 87% lo haría en las elecciones federales; y el 86% obtendría información acerca de los candidatos antes de votar en unas elecciones.

 Lo alentador es que estos últimos porcentajes superaron la media internacional. Por lo que resulta fundamental que las nuevas generaciones de electores encuentren en los procesos electorales actuales y futuros los motivos suficientes para hacer suyos los comicios, pues las elecciones dan sentido al único instrumento que ha demostrado que es posible procesar las diferencias de un país con tanta pluralidad como el nuestro, de manera pacífica e incidir de forma efectiva en la atención de problemas comunes.

 Sin duda, se vuelve indispensable que como autoridades establezcamos vínculos con esa juventud; tenemos que sensibilizarnos con sus intereses y promover los cauces para una participación de mayor calidad de las juventudes, implementando acciones de orientación y formación.

 La ENCCIVICA es una política pública desarrollada por el INE que abona en estos propósitos, pero si bien esta política de largo aliento será determinante para construir una cultura cívica nacional, hoy, en el marco de los proceso electorales 2017-2018, debemos apostar a esa inquietud e interés que tiene la juventud a fin de que formen parte de este proceso electoral de manera íntegra: como supervisores y capacitadores asistentes electorales, como funcionarias y funcionarios de casilla, como observadores y observadoras electorales, pero sobre todo, como votantes.

Consulta el artículo en El Sol de México.

RESUMEN