“Elecciones, no violencia”, artículo de Marco Baños, en El Economista

Escrito por: INE
Tema: Opinión

Ha iniciado el año electoral y en menos de seis meses se abrirán las urnas para elegir, el mismo día, 3,407 cargos de gobierno y de representación legislativa a nivel federal y local. El 1 de julio se renueva la Presidencia de la República al mismo tiempo que ambas cámaras del Congreso, lo que incrementará niveles de tensión o efervescencia en los debates públicos, apasionamientos en la defensa de las convicciones políticas de quien simpatiza con una oferta y no con otra.

 En el conjunto de las contiendas que están en curso se tendrá esa tensión, porque ahora las campañas son cada vez más competidas, suman además nuevos actores, alternativas de participación como la figura de las candidaturas independientes que abonan a la ecuación democrática y vuelven natural esos debates ríspidos con pluralidad que se contrastan de forma permanente en un marco de legítima disputa por el poder que trata de convencer a los votantes para obtener su respaldo e incidir en el rumbo del país.

 La disputa por los cargos de elección popular, siendo legítima y necesaria, por más tensión que genere, no justificaría que se normalicen entornos violentos como los vergonzosos y dramáticos hechos que se registraron en la delegación Coyoacán hace unos días, o la realidad de entidades y municipios donde hay presencia del crimen organizado y los asesinatos de líderes populares y de servidores públicos ocurridos en varios lugares de la República.

 Las instituciones del Estado deben cumplir su tarea: las electorales propiciar condiciones de equidad y voto libre e informado; las de seguridad y protección para la ciudadanía y para las candidaturas, mientras que partidos, candidatas y candidatos deben tener en cuenta que las elecciones no son una guerra o un duelo de fuerza física, que la convivencia en democracia trasciende por mucho el día de la elección o las campañas y que en esa medida, sin importar a quién favorezcan los resultados, a nadie conviene polarizar o llevar al límite la cuerda, acumular agravios, calumnias, estigmas o campañas de odio y descalificación que puedan sembrar un terreno áspero e inestable cuando termine la jornada de votación y pretendan gobernar o construir acuerdos legislativos unos con otros.

 Esas conductas complican la construcción de consensos una vez instalados los nuevos gobiernos y las mayorías parlamentarias que deben tener puntos de encuentro. Debe existir conciencia plena de la obligación que todos tendrán para consolidar acuerdos entre sí al momento de definir leyes o gobernar. La construcción colectiva no es optativa, es uno de los ejercicios más vitales de la democracia pero también una de las responsabilidades éticas y legales más elevadas de quienes son electos popularmente.

 Estamos en una etapa de elecciones que necesita deliberación intensa, argumentos y crítica dura e informada, pero no violencia ni noticias falsas, no insultos o descalificaciones, sillazos o vejaciones.

 Van avanzadas las precampañas en todo el territorio nacional, las alianzas y coaliciones están definidas y poco a poco empiezan a perfilarse candidaturas definitivas en los diversos cargos que van a renovarse. Es buen tiempo para que los actores que compiten asuman la responsabilidad de prevenir escenarios que a la larga se volverían un balazo en el pie. Viene un periodo para combatir las diferencias ideológicas y políticas con argumentos, de frente a la ciudadanía, no con guerras de lodo o literalmente, de golpes.

 Afortunadamente no hemos atestiguado una tendencia a ese tipo de escenarios, no son la mayoría, pero sí se asoman episodios preocupantes que todos debemos rechazar con firmeza, para defender siempre la vía pacífica en toda su dimensión y apostar por una democracia en libertad con toda la crítica y contraste que se necesita, que es válida, pero sin golpes propagandísticos bajos o físicos entre los contendientes.

 La inmensa mayoría de los mexicanos no queremos revivir los oprobiosos sucesos de asesinatos o violencia que se dieron en nuestro pasado reciente; al contrario, los rechazamos y apostamos por mantener a las elecciones como el mecanismo adecuado para dirimir nuestras diferencias y para definir el rumbo que le queremos dar al país.

Consulta el artículo en El Economista.

RESUMEN